No soy de adhesiones inquebrantables, sé que no hay nadie en este mundo que tenga esa fórmula mágica y perfecta necesaria para eliminar los problemas del planeta. Y, aunque la tuviera, ese alguien, como ser imperfecto, posiblemente erraría a la hora de aplicarla. Por eso, no pertenezco a ningún partido político, aunque voto a aquel que en cada momento me parece más acertado según el escenario social; tampoco estoy en ninguna asociación que me obligue a comulgar con las normas de otros. Como digo, nada es perfecto. Mi moral está por encima de los intereses e ideas de otros.
Por supuesto, respeto a todo grupo unido por las razones que crean, siempre que tengan un fin noble, faltaría más; a los otros solo me queda tolerarlos.
Entonces, ¿quién soy?, ¿cómo podrían definirme si no pertenezco a ningún colectivo que me identifique y signifique?
¿Soy feminista? Pues depende, si serlo significa estar a favor de la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, lo soy de todas todas.
¿Soy de izquierdas? Según se mire, si nos referimos a la justicia social y al reparto equitativo de la riqueza, por supuesto.
¿Soy de derechas? A veces, si ello significa que la vida es lo más sagrado, no lo dudo.
Soy… soy un poco de todo y realmente de nada.
Hay quien piensa que mi postura es cómoda y cobarde, que bailo según la música y así contento a todos y evito discusiones. No, no es nada fácil. Es más, pensar por mí misma, dudar de todo el tiempo que haga falta hasta encontrar la respuesta o rechazar el apoyo de grupos con poder mediático, en realidad, me ha llevado a una vida algo solitaria e incómoda. No solo por mi persistente manía de no dar por hecho las doctrinas de otros o aceptar una parte y rechazar otra, cosa que ningún líder admitiría, sino porque aborrezco las discusiones estériles, en las que si no te posicionas no tienes sillón y en las que la mayoría de los participantes solo buscan tener razón y no encontrar la verdad.
Pero hay algo que sí me define: Estoy a favor de proteger la vida hasta las últimas consecuencias, me declaro totalmente en contra del aborto y de la eutanasia.
Como veis, me acabo de quitar de un plumazo millones de posibles lectores. No, no soy cobarde ni bailo según la música.
Mi posicionamiento ante el respeto a la vida del otro desde el primer día hasta el último es fruto de mil cavilaciones sobre el tema. Cada vez que me obligo a mí misma a reflexionar mi postura se afianza más. Eso sí, totalmente a favor de los anticonceptivos, es una cuestión muy distinta.
Podría dar mil razones por las que considero que la vida de cualquier ser humano es intocable, aunque una sola sería más que suficiente. Pero voy a intentar resumirlas, en esta ocasión con respecto al aborto legal:
––Nadie, por muy docto que sea en la materia, puede asegurar en qué día un embrión deja de ser un trocito de carne y se convierte en un ser humano. Cuando hay tantos expertos que se contradicen entre sí es que no hay nada claro.
––Tú y yo somos el resultado de la suma de absolutamente todos los días de nuestro pasado, comenzando por ese primer instante en el que se unieron un óvulo y un espermatozoide.
––Creo que la sociedad tiene herramientas suficientes para apoyar a esa futura madre que se siente abrumada por la situación. Y, de cualquier manera, tampoco es excusa. ¿O es que la solución a nuestros problemas debe ser eliminar a quienes los causan? En tal caso, ¿por qué se descartó la pena de muerte de nuestro Código Penal? ¿Hay un ser más despreciable, inútil y peligroso que un asesino en serie o un violador?
––Si se puede abortar libremente en algunos países a los cuatro meses de gestación, por ejemplo, porque se considera que ese tiempo es demasiado escaso como para darle valor humano al feto con respecto a los cinco meses, ¿debemos considerar que un bebé de un mes tiene menos derecho a la vida que uno de tres? ¿Comete la madre un delito mayor si asesina a su hijo de 20 años que si tuviera 4?
A mí me parece que es al contrario. ¿Quién establece estos estúpidos criterios?
––Si el hecho de que el no nacido tenga algún problema físico o mental nos da la libertad de elegir si vive o no, ¿por qué no lo hacemos con la misma libertad con un recién nacido que muestra este tipo de problemas? ¿Acaso es el paso por el canal del parto lo que le otorga el privilegio de la vida?
––Por otro lado, si el riesgo para el bebé es tal que podría nacer muerto, ¿por qué no podemos llorar su pérdida y pasar el luto? Qué pasa, ¿que si nos lo quitan sin que lo veamos duele menos?
––Lo de Nosotras parimos, nosotras decidimos, ¿qué clase de barbaridad es? ¿Cómo puede una mujer creerse semejante temeridad? ¿Quiere esto decir que si tu hijo de la edad que fuere te complica la existencia lo puedes eliminar porque lo has parido?
Veamos los motivos y razones del derecho al aborto:
- Cuando el embarazo es fruto de una violación. ¿Por qué no eliminamos a todos los seres humanos nacidos de estas circunstancias? Estoy segura de que debe haber miles, incluso engendrados en matrimonios aparentemente ejemplares.
- Cuando la vida de la madre está en riesgo. ¿Por qué les perdonamos la vida a todos aquellos que para nacer sacrificaron la de su progenitora?
- En España se puede abortar hasta las catorce semanas de gestación sin explicación alguna; si la madre le dice al médico que quiere abortar porque sí, pues andando. En otros países incluso hasta las veinticuatro semanas. ¿Por qué no a las veinticinco?
A partir de estas semanas, repito, de la doce a la veinticuatro según qué países, en las que se puede abortar libremente sin tener que aportar motivo alguno, también se puede, incluso en el tercer trimestre, cuando el feto presenta anomalías físicas o psíquicas. ¿Qué pasa con todos aquellos nacidos que las tienen? ¿Eliminamos a todos los deportistas paralímpicos, por ejemplo? Que digo yo que si podemos librarnos de ellos cuando hay sospecha de malformación, mucho más lícito sería hacerlo cuando ya están en el mundo y lo tenemos claro, ¿no?
Mirad, bajo mi punto de vista y mi elemental moral, el aborto es un acto cruel de fuertes hacia débiles. No hay excusa. Eso de que mi cuerpo me pertenece y puedo hacer lo que quiera con él, vale, pero no con el cuerpecito de otro que, sin lugar a duda, es otro ser distinto a ti con un ADN diferente.
Actualmente el mapa mundial sobre la legalización del aborto es este:
Como veis, en mayor o menor medida es legal en todo el mundo. En casi todo Occidente es legal. Dependiendo del país, se puede abortar libremente, sin motivo alguno, repito, desde la semana doce a la veinticuatro. ¡La veinticuatro! Este es el caso de Reino Unido, por ejemplo. ¿Habéis visto a un pequeñín de veinticuatro semanas dentro o fuera del vientre? ¿Sabéis que la ciencia ya es capaz de sacar adelante a un bebé de solo catorce semanas de gestación?
Os dejo un enlace donde podréis conocer a esta señorita:
https://www.ideal.es/sociedad/201602/12/bebe-milagro-nacio-gramos-20160211142153.html
Y esta imagen del pequeño Austin de veintidós semanas de gestación:
Pero, es más, en algunos países es legal hasta el término del embarazo alegando la salud de la madre o del feto, en ocasiones por razones psíquicas de la gestante. Vamos a ver, si la madre no está en sus cabales, que lo den en adopción.
Cierto es que algunos de estos países empiezan a recular y a plantearse la moralidad de tales leyes.
Después de la semana veintiuno se considera un aborto tardío y a las veinticuatro, un aborto por nacimiento parcial. El procedimiento para este tipo de abortos es realmente espeluznante:
El médico extrae al niño del vientre de su madre con unas pinzas, tirando de él por los pies y dejando la cabeza dentro del útero.
Después hace un agujero en la parte trasera del cráneo e introduce una máquina que succiona el cerebro del niño. En ese momento, lo que ya es un bebé, que en muchas ocasiones se mueve luchando por su vida y sufre, deja de moverse y muere. Finalmente, en la mayoría de los casos los restos del bebé terminan en la basura.
Hay miles de testimonios que os podrían el vello de punta. Para muestra un botón, os dejo el testimonio de una enfermera de California que asistió a uno de estos procedimientos llamados «abortos por nacimiento parcial».
«El doctor sacó el cuerpo y los brazos del bebé, todo menos su pequeña cabeza. El bebé se movía. Sus pequeños dedos se juntaban, daba patadas. El doctor tomó unas tijeras y las encajó en la cabeza del bebé, sus manos se desplomaron inmediatamente con una reacción de sorpresa, como lo hace un bebé cuando cree que caerá. Entonces el doctor abrió las tijeras y metió un tubo de succión en el hoyo de su cabeza y le sacó el cerebro. De esta manera el bebé murió. Era la cara más perfecta y angelical que jamás había visto».
Lo más irónico de todo este descalabro es que, mientras millones de madres se deshacen del problema, otros tantos millones darían su vida por tener un hijo. Digo yo, que esta hipócrita sociedad podría ayudar a esas embarazadas infelices para que tuvieran el bebé y después facilitar que las parejas deseosas de ser padres cumplieran al fin su sueño.
No quiero olvidarme de esos hombres que han querido hacerse cargo del hijo que engendraron, porque ellos sí lo deseaban y estaban dispuestos a renunciar a su propia vida, y que, con los estúpidos lemas de Nuestro cuerpo nos pertenece o Nosotras parimos, nosotras decidimos, han tenido que asistir atónitos a la muerte de su descendiente. Eso sí, si la mujer decide tenerlo, aunque el padre no hubiese querido, por ley, deberá hacerse cargo de él hasta que sea necesario. Hay cosas que carecen de la menor lógica y el mínimo de conciencia.
Ojo, no culpo a las mujeres que terminan abortando porque nadie les da una salida, hay situaciones estremecedoras y las entiendo; culpo a los que hacen las leyes, a los que tienen el poder de cambiar las cosas y por cobardía eligen el camino más corto para ser aceptados. Culpo a todo aquel que, pudiendo enviar un mensaje de vida, influye en nuestras mentes adoctrinándonos en la idea de que la existencia de nuestros semejantes es menos valiosa que la nuestra.
Alguien debería decirnos que vivir no es siempre fácil y que el sacrificio forma parte del camino. Alguien debería poner a disposición de esas madres angustiadas y sus futuros hijos los recursos necesarios para salir adelante.
¿Sabéis lo más curioso? Que todos los que están a favor del aborto nacieron, sus madres decidieron que sí los querían.
Podría seguir y seguir dando razones por las que estoy en contra del aborto, pero, como no hay mejor argumento que una experiencia personal y la ocasión lo requiere, dejo a un lado mi pudor y os relato brevemente la mía:
Me quedé embarazada cuando tenía 16 años, entonces estudiaba BUP y, a pesar de lo que pudiera parecer, era realmente una niña.
En aquellos años el aborto ni se contemplaba, así que había que casarse y tirar para adelante y punto. Creo que si, asesorada por un adulto de confianza o médico, hubiese tenido la posibilidad de borrar lo ocurrido sin dejar rastro, lo hubiera hecho.
Al año volví a quedarme embarazada, mi situación económica y personal no podría haber sido más triste en aquel momento. Posiblemente, de haber tenido la oportunidad, también habría abortado.
Pasó el tiempo y mis hijos crecieron con el amor de sus padres y la ayuda de algunos vecinos a los que nunca dejaré de dar las gracias. Cuando tenían 6 y 5 años y mi situación personal y económica había cambiado, tal había sido mi experiencia como madre que decidí tener otro hijo, esta vez deseado desde el comienzo, pero tan amado como los dos anteriores.
Hoy puedo decir con orgullo que aquella adolescente aterrada e inconsciente se convirtió en la madre de tres seres humanos excepcionales que, además de poseer grandes valores y ser ejemplos vivos para sus propios hijos, son magníficos profesionales: una jefa de restauración, un ingeniero aeronáutico que ya es CEO de una gran multinacional y un ingeniero informático con una excelente trayectoria y que está luchado en Los Ángeles por levantar su propia empresa.
Es más, puedo contaros con gran orgullo que uno de mis nietos, a pesar de que los médicos aconsejaron a la madre interrumpir la gestación por el alto riesgo que suponía para los dos, gracias a la negativa de su madre nació hace tres años después de nueve meses de miedo y angustia, un parto complicadísimo y unas primeras semanas para el bebé muy difíciles. Me tiene loca de amor, como los otros cinco.
Si volviera a nacer, no dudaría un instante en tener a mis hijos, con miedo, sin medios, sola… Los tendría. Porque si algo sé es que mis nietos son la confirmación de que valió la pena traer al mundo a mis hijos.
Es cierto, la desesperación de una mujer cuando se enfrenta a un embarazo con riesgo para la salud o siendo inmadura o estando sola y sin medios económicos en muchas ocasiones es insoportable y puede llevarla a cometer cualquier locura. Pero la solución no es incitarla a abortar, sino apoyarla y ofrecerle toda la ayuda que necesite.
No tengo cifras, pero creo que, si todos los medios económicos que utilizamos para promover y acometer el aborto los utilizáramos para ayudar a esas futuras madres, seguramente habría más medallas paralímpicas, más ingenieros luchando por cambiar el mundo y, desde luego, tendríamos una sociedad más humana, más capaz de sacrificarse y más avanzada.
Mirad lo que me regalaron mis hijos hace unos días por mi cumpleaños:
Una última cosa, como no se puede comentar aquí, si os habéis quedado con ganas de opinar, podéis hacerlo en mis páginas de Facebook donde pondré el enlace de este artículo.
A todos, gracias por pasaros por aquí y leer hasta esta última línea, sé que es un artículo largo y polémico.