Oye, ¿estás ahí? Me gustaría contarte algo

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Shhh, shhh… Sí, sí, es a ti. Oye, que he pensado, ahora que no nos lee nadie, que podríamos hacernos algunas confidencias inconfesables. ¿Cómo lo ves? Verás, la cosa va de los temas del corazón, no del mío, sino del de los famosos del cuché. Resulta que tengo la mala costumbre de encender la tele cuando pongo la mesa, mientras espero las noticias de TVE, que dicen que son las más nuestras y eso, yo qué sé, a mí me da igual, al final todos los informativos dicen lo mismo. Total, que casi siempre, mientras pongo cubiertos y servilletas, escucho en lontananza a la chica esta… (voy a buscar su nombre, es complicado de escribir. Ya vengo… Ya, me ha costado, eh) Anne Igartiburu, presentando su programa Corazón. Lo normal es que, por enésima vez, nos cuenten lo bien que se lo pasa Bustamante con su familia en la playa, o cuánto le gusta el buceo a Bisbal, o lo feliz que es la tal Pataki con sus numerosos hijos y el guapísimo actor que se los hace y lo monísima que se queda cada vez que pare uno, nada que ver con lo que nos pasa al resto de las féminas. Vamos, lo de siempre. Sigo, que me voy por las ramas. El caso es que llevo unos días escuchando una noticia que me ha hecho acercarme a la televisión antes de lo habitual, que es cuando el plato lleno ya está en la mesa. Se trata de ¡la boda del año! Yo diría que del siglo, no por la relevancia social, que bueno… , es más bien por lo curiosa, es que cuanto más te informas, más «reflipas». Se trata de la hija de la más grande, sí, sí, Rociíto para el común de los mortales, que no tenemos la culpa de que su madre también se llamara así, leches, habrá que distinguirlas. Total, que la ya dos veces señora «de», Rocío Carrasco, se ha casado con su chico Fidel después de diecisiete años de relación. Oye, pues muy bien, ya era hora. Nada digno de mención. Hasta que, harta de escuchar la gran felicidad que embargaba a la protagonista por tamaño e importante acontecimiento, descubro mientras saco cucharones de lentejas de mi puchero que sus hijos no van a la boda. ¡Cómooo…! Bueno, bueno, pensé, eso tiene que ser un rumor de algún aspirante a periodista desesperado, ¿cómo va a estar esa madre tan felicísima de la muerte por casarse y tan contenta de celebrar su boda por todo lo alto ―¡tres días!― sabiendo que no estarán sus hijos? Venga ya… Huy que no, «no ni ná», no solo eso, es que la dos veces señora no se corta un pelo diciendo ante cámara y micrófono que todo es perfecto en su vida y su bodorrio y que no puede ser más feliz. ¡Ole ella! Mientras seguidamente cuentan en el mismo programa lo tristes que están sus hijos porque hace años que no hablan con su madre y han sido excluidos de su gran contentura. Esto no puede ser verdad.

Como esa parte morbosa que todos abrigamos en nuestro interior me atrapó, caí en la tentación y me enganché a la truculenta noticia. Claro, esto había que verlo en el burladero del famoseo: Sálvame. Pues nada, que el otro día recojo mi cocina dispuesta a ver que se contaban sobre la noticia los chicos estos que en pro de la libertad de expresión dicen todo lo que les viene en gana, porque ellos son muy sinceros, que no confundamos con mal educados ―píllese la ironía―. Pues tal que así, disparo con mi mando y, voilá, Rociíto con su chico más feliz que una perdiz, camino de la finca donde no sé cuántos días después se darían el «sí quiero». Allá que comenzaron a opinar los sabios de las miserias sobre presencias y ausencias en el sonado enlace. De los hijos, ni palabra. Qué raro… Yo pensé, ¿que la televisión más impúdica y falta de escrúpulos que se ha inventado no diga nada de que esta chica se ha olvidado de invitar a sus hijos? ¿Que esos colaboradores mordaces y valientes se han olvidado de ponerla a caer de un burro por semejante barbaridad, sobre todo la que por su hija mata? Oich, oich… Esto va a ser por algo. El caso es que allí estaba yo, con el trasero en el filo del sofá y el mando en la mano, a punto de pulsar el botón rojo y ponerme a mis quehaceres escritoriles, cuando veo que uno de los iconos televisivos de la historia está a punto de entrar en la finca donde se producirá el encierro de los invitados y los enamorados por tres días.

Ay, ay, ay… me parece que ya voy atando cabos. A ver si va a ser que la señora Campos, que de todos es sabido que quiere a la hija de la más grande como si fuera la suya, es la que ha conseguido solapar la verdadera noticia, o sea: para algunas personas la ambición no tiene límites, por unos pocos cientos de euros son capaces de montar el circo del año y no reservar dos tristes entradas para sus propios hijos. Y más, resulta que al fantástico espectáculo estaban invitados los peces más gordos de la cadena. Oye, pero qué bien montado todo para que nadie replique a tan manifiesta felicidad.

Recuerdo que hace años, en los que mis obligaciones me dejaban poco tiempo para la concentración, veía a veces el programa de la mañana de María Teresa Campos, y también recuerdo que me parecía una mujer coherente, respetuosa, consecuente y elegante, algunos de los consejos que lanzaba a través de la pantalla me resultaban muy loables. Cómo han cambiado las cosas… ―creo que esto es el estribillo de una canción que a la susodicha le gusta mucho―. Qué triste debe ser ver como toda una vida de lucha y ejemplo pasa al olvido por unas monedas, porque al final lo que cuenta no es lo pasado o lo que pueda venir, sino lo que haces en el instante que vives. Ahora parece ser que hasta ha vendido el día a día del interior de su ostentosa mansión con todo su personal dentro, incluida ella y su amor ―como decía, esto de las noticias del malnombrado «corazón» engancha―. Qué poco recato y consideración hacia los que ni tienen quien les sirva ni pueden elegir a la carta en un lujoso restaurante, para después picar un poco y despilfarrar platos llenos. Bueno, bueno, es que lo de mostrar cómo le sirve, con uniforme de los de antes, la empleada de la casa me parece de un rancio… Pero si hasta nos ha contado que su Edmundo y ella duermen en maravillosas habitaciones separadas y que se juntan para hacer sus «cosas». Por favor, que tienen una edad, no lo digo porque no puedan arrejuntarse cuando quieran, sino porque eso de presumir de los momentos fogosos es más bien cosa de adolescentes insensatos. A mí me vienen a la mente todos esos matrimonios que no tienen una sola habitación para tales «cosas». Claro, cada cual puede tener todo lo que se haya ganado honradamente, repito, honradamente, ¿pero dar en las narices con tu altísimo nivel de vida al resto de los mortales esperando conservar el mínimo respeto que te tenían? No salgo de mi asombro. ¿A dónde vamos a ir a parar por el dios dinero? ¿Se salvará alguien de sus tentáculos?

A ver, que yo lo que ocurra más allá de lo que enseñan públicamente lo ignoro y no se me ocurriría juzgarlo, hablo de lo que muestran a España entera por una buena suma de dinero. Supongo que cuentan con que cada cual hará sus propias reflexiones y que las puede expresar con la misma libertad que otros callan verdades. Creo que la legendaria presentadora, para desmarcarse de los vulgares realitys, llama al suyo «docureality». Mira tú. Para mí es un reality en toda regla, pero sin la molestia de tener que convivir con desconocidos ni la de repartir los beneficios.

Y todo esto te lo contaba porque me apetecía mucho recordar que los hijos son una responsabilidad hasta el último día de nuestra existencia porque somos el espejo donde se miran, que si los padres empezamos a necesitar apartarlos de nuestra vida para ser felices, mal vamos, y que el respeto hacia el mundo empieza por uno mismo, seas jardinero, doctor en ciencias o presentador de televisión. Que ya está bien de confundir el ser con el tener, ya está bien.

Oye, shhh… ¿Sigues ahí? ¿Qué te parece si apagamos la televisión y leemos un rato? Una cosa, yo pienso seguir viendo mis noticias de la uno mientras almuerzo, pero prometo poner la televisión a las tres en punto.

24 comentarios

  1. Me ha encantado tu tono jocoso Mercedes, y esa frase del «encierro de los invitados» te ha quedado tan taurina que por poco se me escapa un ¡Olé!. Comparto tu opinión por supuesto… pero ¿cómo se te ocurre ver eso aunque sea por casualidad? Jajajaja, un día loco lo tiene cualquiera. Y sí, si tienes que apartar a tus propios hijos para ser feliz… ahí algo va mal, sin duda. Un saludo.

  2. ¡Ole, ole y ole! Me quito el sombrero Mercedes. Una vez más, una magnífica muestra de tu gran sentido común. Me quedo con la frase «ya está bien de confundir el ser con el tener». Y sí, pongámonos a leer, es mucho más gratificante, estimulante, relajante… Y esperando estoy el 27…;-)
    Un súper abrazo de una lectora que te admira como escritora y como persona.
    Muacks.

  3. estimada amiga creo que somos más o menos de la misma quinta, personalmente de la buena cosecha del 56, y además nos hemos criado a la sombra de la Alhambra, aunque engordé en Almería,y ahora disfrutando de las lecturas ajenas, de las mías y de los paisajes de esta España nuestra.
    Antes en los tiempos muertos de los telediarios me gustaba saber cosas de mi difunta y de cómo le había ido el día en el colegio a mi Infante. Hoy con los años, ella sigue difunta y él haciendo la guerra a cienes y cienes de kilometros, no me digas cuál, pero creo que va con los buenos.
    Aquí tu lector leyendo lo propio y lo extraño, viajando y descubriendo o redescubriéndo está España nuestra, últimamente de ruta por las pozas de Sierra Gata, las Hurdes y las Batuecas, y quiero pensar que me has querido decir que añoras el Rociito de esas mañana frescas en los Campos de esa Sierra Navada.
    Personalmente me niego a dedicar ni un minuto a personas que viven del cuento, porque no son capaces de hacer nada productivo que merme un poco el hambre en este mundo, que solo saben crear y vender historias de los más bajos sentimientos, y, de crear acólitos que viven para hacerles coro a sus chorradas de sus vidas.
    Chica espero que mañana podamos seguir con esa maravillosa historieta que llevamos a media, donde tú escribes y nosotros te leemos. Eso
    me gusta más, la TV la tengo más que oxidada.

  4. Pues aquí llego yo, la oveja negra, para decir que no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dices (con otras sí), pero como lo que mola es la controversia te diré con las que no. Como fil espectadora de este tipo de programas, (sí, los veo y me gustan), te diré que la felicidad de Rocíito es fingida, reconocido por ella. Son sus hijos los que no quieren saber nada de la madre, oye, que sus razones tendrán.
    Por otro lado, me ha parecido algo demagógico lo de la ostentacion de «la Campos», la verdad. Si pudiéramos, todos viviŕiamos cómodamente y tendríamos quien nos hiciera las cosas, con o sin uniforme, y dentro de su libertad está la de tomar la decisión de mostrarlo libremente o por dinero, de la misma forma que todos somos libres para opinar lo que pensemos después de verlo. Y por último, aprovecho para reivindicar que la telebasura no está reñida con la cultura. Tanto prejuicio me aburre.
    Ale, ya lo he soltado jejeje.
    Con todo lo demás, estoy de acuerdo jajaja
    Besitos!!!

  5. Así que tú también has conocido lo mejor de la vida a la sombra de la Alhambra y en las faldas de Sierra Nevada… Qué ilusión me hace saber que hay paisanos que me visitan.
    Sí, llevas razón, no vale la pena dedicar nuestro tiempo a personas que cualquier día se rompen el cuello de tanto mirarse el ombligo, pero ya que lo hice, no pude evitar contar mis sensaciones.
    Claro que sí, dentro de unas horas vendrá el desahuciado.
    Gracias por estar y un abrazo, Trota.

  6. Querida Cita (Masme), ya veo que tú estás más al tanto de la vida de esta chica recién casada. Confieso que a mí me faltan datos, yo solo opiné a partir de la información que tenía.De cualquier manera, que sean sus hijos o el Lucero del Alba quienes no quieran ver a su madre, perdona que te diga, a ella no la libera de haberlos parido y, repito, montar ese circo a sabiendas del daño que podía hacerles es antinatura. Por cierto, el hijo tiene 17 años, ¿no? ¿Desde cuándo no lo ve? Perdona pero no, no todo vale.
    Sí, creo que dejo muy claro que no tengo nada en contra de que cada cual tenga lo que le venga en gana: » Claro, cada cual puede tener todo lo que se haya ganado honradamente, repito, honradamente, ¿pero dar en las narices con tu altísimo nivel de vida al resto de los mortales esperando conservar el mínimo respeto que te tenían?», lo que me parece indecoroso es ese mercadeo con la intimidad y la ostentación banal. Eso sí, es su libertad la de mostrar lo que quiera por dinero, de ahí la mía para criticarlo.
    Por cierto, es cierto, la telebasura no está reñida con la cultura, pero cuanta más tiempo le dediques menos te restará para lo demás.
    Oye, que yo no me he pronunciado sobre la gente que ve a diario este tipo de programas, aunque no lo descarto en un futuro, yo solo quería hablar de la superboda.
    Un abrazo.

  7. Sin duda prefiero leer libros como los tuyos, bien hilados y llenos de sensatez, que prestar atención, siquiera un minuto, a esta sarta de cuentistas, vagos, maleantes y sus respectivas parejas, exparejas, hijos e hijos de p…. . No siento la menor curiosidad por saber de la vida de Rociito o similares. Comprendo que todos necesitamos válvulas de escape que nos hagan olvidar la rutina diaria y respeto cualquier postura pero, insisto, prefiero leer, o escribir… o otros hacer una de los cientos de cosas que se me vienen a la cabeza.

  8. Lo primero, sinceridad, y que tire la primera piedra etc. etc.:
    Como esa parte morbosa que todos abrigamos en nuestro interior me atrapó, caí en la tentación y me enganché a la truculenta noticia
    Lo segundo, al que no le guste, que se compre una «Nancy» o un «Géiperman»:
    Y todo esto te lo contaba porque me apetecía mucho recordar que los hijos son una responsabilidad hasta el último día de nuestra existencia
    Lo tercero, que si vende, es por algo. No justifico la actitud de la televisión que ofrece basura justificando que se compra basura. Al revés, critico a quien ve basura y la pide.
    Por supuesto, y de acuerdo con cmacarro, todos necesitamos válvulas de escape. Pero no confundamos «válvula de escape» para el rato tonto mientras pongo la mesa con «me tiro toda la tarde con las neuronas al ralentí». Es que no es lo mismo.
    Enhorabuena por este escrito, especialmente por la moraleja. Doble: Los hijos son para siempre, y no hay que confundir ser con tener.

  9. A mí me ponen nerviosa, de verdad. No soy capaz de escuchar durante cinco minutos lo que cuentan de personas que no… destacan… por nada… Ni siquiera por llevar una vida sencilla. Lo siento, pero no me interesa.
    Dicho esto, hay que reconocer el negocio que hay alrededor de toda esta «información», y si hay negocio es porque es rentable. Rentable para los protagonistas de la «noticia», para las cadenas de televisión, para los periodistas y para las personas que los ven, aunque en este caso la rentabilidad no sea económica.
    Con lo cual, divino para todos.

    Felicidades Mercedes, tu escritura sigue llamándome la atención. Te confieso que envidio esa facilidad de expresión, esa precisión.
    Saludos.

  10. Picota, si hay negocio es porque hay consumidores. Habría que examinar la educación que estamos dando a nuestros hijos, o la que nos dieron a nosotros, para llegar a emplear gran parte de nuestro precioso tiempo en asomarnos a estos gallineros. Estoy convencida de que no aportan ningún valor, como mucho, palian la soledad de personas sin recursos mentales, o que han decidido no usarlos. Debe haber muchos a juzgar por el dinero que se mueve.
    Por cierto, tú tampoco te expresas nada mal.
    Gracias de nuevo por venir.

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