Soy una disfrutona (Para el concurso de María Jesús Paradela. 6ª Entrega)

Soy una disfrutona, qué le vamos a hacer, nací así, con ese
don. Porque saber disfrutar de la vida es una gracia, y el que diga que el
trabajo es salud y dignifica, y tal y tal, se equivoca, pura envidia. Si lo
dice la misma palabra: “tra-ba-jo”; pues eso, que ¡qué trabajo cuesta trabajar!
Yo también lo hago, eh; digo, eso de ganarme el pan con el sudor de mi frente,
bueno, de mis sobacos, que a mí es lo único que me suda. ¡Ah!, no, que también
me suda el potorro; pero solo cuando se reúnen los “presis” de los G20, G8, G7…,
¿se me ha olvidado algún “G”?, o cuando salen en la tele esos… cómo se llaman…
sí, coño, uno con barba y otro con las cejas muy gordas…, o cuando la panadera
me coge por banda para contarme lo mala, malísima, que es su nuera; ni os
cuento cómo me suda. Mi madre, la pobre…, se pasaba el día diciéndome “Hija,
¿es que a ti te da todo lo mismo?”. “Casi”, le respondía yo con una seguridad a
la que nunca se acostumbró. Ella era de una personalidad germana
que partía el hielo, no recuerdo que ni una sola vez se permitiera una relajada
conversación en la sobremesa; «la obligación antes que la devoción -era su lema-,
y primero a recoger la cocina». Y después la plancha, y después preparar la cena,
y después… qué se yo. No creo que ella lo supiera nunca, pero me enseñó mucho
de lo que sé, sobre todo aprendí  a tener
claro en lo que nunca me convertiría.

Me gano la vida en un geriátrico desde hace veinte años (ya
os he dicho que trabajo, naturalmente), y es rara la semana que no nos visita
la muerte un par de veces. Ella, mi madre, que recibió su pertinente visita
hace ya tres años, gustaba de preguntarme cada noche antes de acostarse: “¿Qué
tal el día, hija?, ¿has tenido que amortajar a alguno?, ¿qué edad tenía?”. Siempre
le daba contestaciones peregrinas: “a una docena, madre”, o “sí, a un par de
ellos con quince años”. Solo una vez le comenté una vivencia real, con la
intención de hacerla reflexionar: “Sí, madre, hoy se han ido al otro barrio un
abuelo de noventa años y una anciana con ochenta y cuatro, y ¿sabes lo último que
me ha dicho la abuela?”. “¡Ay, qué vida esta! Dime, hija, dime”. Ella era así
de mística para sus cosas. “Que buscara a su hijo y le dijera que los
cincuenta mil euros estaban en una bolsa atados a la tubería del fregadero de
la cocina. La mujer llevaba cinco años sin hablarse con él por culpa de los
puñeteros cincuenta mil euros”. “Mira tú, la pobre, hasta última hora fue buena
con el hijo”, me dijo después de uno de sus “sentidos” suspiros. ¡Ay que
joderse, señores! Tenía el propósito de contarle después la despedida del
abuelo de noventa años, la lección tenía dos partes. Le hubiera dicho que,
cuando fui a cambiarle la entremetida, posó su mano temblorosa y ya fría en mi
brazo y me dijo: “déjalo, niña, ya no hace falta. Escucha, mi hija vendrá esta
tarde, no creo que pueda esperarla, dile que me voy tranquilo y que la quiero”.
Sí, se lo hubiera contado, pero… ¿para qué?

Por eso, porque no quiero parecerme a mi madre, ni dejar en
este mundo cincuenta mil euros; porque solo hay dos maneras de despedirse y yo
quiero hacerlo con un “te quiero”; porque sé lo que se siente cuando envuelves
en sábanas blancas lo que ya no es más que cartón viejo… Soy una disfrutona,
qué le vamos a hacer.

Hasta el próximo domingo, espero.

36 comentarios

  1. Acabo de ver un registro que no te conocía Mercedes (que habrá muchos, claro).
    Me ha gustado el desparpajo que le pone a la vida, para después, a la hora de la verdad, mostrar que su aparente falta de interés no es tal y que esconde unos motivos tan sólidos. Es extraño ver una personalidad tan compleja en la protagonista de un relato tan breve. Excelente.
    Un beso

  2. Creo que a esas dos de la foto las conozco, jejje.

    Tienes razón, yo también creo que saber disfrutar de la vida es un don. ¡Y qué importante es un «te quiero»¡ Y cuantas familias hay, que por dinero dejan de hablarse (qué triste).
    Dice mucho este breve relato. Me ha gustado.

    Mucha suerte y muchos besos

  3. Que la vida son cuatro ratos y hay que ser un disfrutón o una disfrutona. La Parca siempre llega cuando uno menos se lo espera y cuantos hay que se suben a ella sin haber vivido lo más mínimo. Para muchos sus vdas consiste en guardar bajo la tubería del fregadero los miles de euros que nunca podrán llevarse. Porque es innegable que hay quienes se conforman con ser los más ricos del cementerio. Y por Dios que pena dan verlos tan calvos y tan vacios.

    Muy buen relato, Mercedes. Mucha suerte y un abrazo

  4. Me ha encanta Mercedes, me he sentido idenficada en tus vivencias, trabaje unos cuantos años en un geriátrico y si verlos marchar para siempre y a algunos con ese apego a la vida, te deja mal, aunque con el tiempo a todo se acostumbra una, ahora trabajo con niños y a pesar de que me gustan mucho, siempre sigo diciendo que los abuelos eran más agradecidos.
    El relato me ha tocado hondo y me ha gustado.
    Mucha suerte y un saludo

  5. Mercedes hace unos días estaba mi hermana en mi casa de visita, y se trajo el libro que estaba leyendo: ‘La vida perra de Juanita Narboni’ y yo como soy tan contilla, me puse a leer un rato de su libro. Y el estilo de este relato me recuerda a esa novela de Angel Vazquez. ¿Lo conoces? Yo acabo de descubrirlo, y decididamente tengo que leer algo de él, sino al tiempo.

    Un abrazo. Y suerte :)

  6. Digo lo mismo que Rocío, no te conocía este registro (aunque algo de este desparpajo se insinuaba en algunos diálogos de Carlos en «La última vuelta del scaife»), y me gusta.
    Es una de las necesidades del escritor para hacerse creíble: dar la voz que corresponde al personaje, actuar como magnetofón, para entendernos.
    Yendo al fondo del asunto, me ha gustado el planteamiento. Lo que haya que hacer hay que hacerlo en vida, luego -por mucho que sea verdad que la vida es eterna y esas cosas, que lo mismo es hasta cierto- cuando uno es pedazo de materia orgánica inanimada no merece la pena nada. Y esto vale igual para padres y para hijos.

  7. Me ha gustado mucho tu personaje: aparentemente tan «nada me importa» cuando en realidad era más profunda y sensible que la mayoría de las personas. Me encantan también los dos ejemplos que has elegido para mostrarnos que hay que disfrutar la vida; en un par de frases, resumes tantas cosas.
    Muy buen relato, Mercedes, gracias; de ahora en adelante, yo también me voy a considerar una «disfrutona».

  8. Todavía tengo la sonrisa en mi rostro ante la vuelta que le diste a la historia y que no esperaba. ;-) Al principio pensé; ¡qué soez!… luego me fuiste envolviendo en ese lenguaje queriendo yo llegar pronto al final. Y hacia la mitad va dando ese giro inesperado pero entendible hasta que al final te quedas reflexionando. En realidad dice toda la verdad. Tan auténtica cómo la vida misma. Cómo los últimos momentos de vida condensados en un soplo por seguir aferrados a lo material… la vida misma. Me gustó este relato Mercedes, cómo siempre bordado.Un abrazo.

  9. Que bonito :)

    Yo también quiero despedirme con un te quiero, y si es después de gastarme los cincuentamil euros mucho mejor…aunque de donde coño los iba a sacar…donde dices que los dejaba la señora esta? :P

    Mucha suerte, Mercedes Un beso

  10. Es más sabroso no trabajar y hacer lo que gustes con tu tiempo. Lástima que hasta el final de tus días puedes dejar de trabajar. Me encantan los mecenas lástima que ya no existen.

    Te deseo mucha suerte Mercedes.

    Saludos.

  11. Dos temas nos propones: disfrutar de la vida y saber querer a los nuestros sin esperar para demostrárselo…
    Hay tantas formas de disfrutar como personas existen… lo bueno es encontrar cada uno la suya y que nadie te imponga la suya propia.
    Al o a la que disfruta con el deber de recoger la cocina que la recoja mientras a mí me deje el placer de la sobremesa primero. … Demasiado tardamos a veces en ver cuales son nuestras prioridades y posponer ser disfruton(a) a nuestra manera es el error más grande que podemos cometer… Carpe diem…
    Vivir y dejar vivir a los que queremos, queriéndoles como si fuese el último día y hacer que lo sepan en cada instante… no esperar al último momento porque no sabemos nunca cuando llega ese último momento; puede ser en el geriartico o antes.
    Un tono chirriante, reivindicativo y que a la vez denota mucho cariño…
    Me ha llegado, como siempre.
    Suerte y un abrazo

  12. Creo que disfrutona es también una expresión de MªJesús en alguno de sus blogs :)

    por un momento pensé que la protagonista del relato recogería los cincuenta mil euros, evitando que el hijo egoista se apropiara de ellos. Pero creo que se reservó los dos comentarios: tanto la última voluntad de la madre a su hijo como la del padre a su hija.

    Muy buen post.

    que tengas mucha suerte.

    un abrazo

  13. Los «te quiero» más auténticos y más susurrados que he dicho en mi vida han sido a dos cachos de cartones viejos, como tú dices. Y sin una lágrima. Y por supuesto no pienso dejar bolsas con euros amarradas a las cañerías. Me los pienso fundir (me los estoy fundiendo) tooooodos. Que pa eso están…

  14. Genial personaje, mercedes. Me encanta la frescura de su lenguaje y su rapidez. No menos interesante es el fondo de lo que relata. ¡Qué amargo debe ser pasar cinco años sin hablarse con un hijo, para terminar diciéndole al final dónde escondía el dinero…! Un buen ejemplo de nuestras patologías personales/sociales. Un abrazo.

  15. Primero, suerte para el concurso y después decirte que ha sido un autentico disfrute leer a esta disfrutona. aparentemente tan sencilla pero que encierra a alguien que ve, y que sabe sacar lo práctico y valioso de esas experiencias para contarlas con ese desparpajo.

    Gane o no el concurso yo me considero ganadora por haber disfrutado de este relato.

    Besitos

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