Madurez

Amanecer otoñal (Para el concurso de María Jesús Paradela. 5ª Entrega)

Porque el cielo,
tímidamente, tornaba su azul celeste al cobalto, y en el verde rabioso de los
campos se intuían pinceladas ocres, y los rizos del arroyo lucían como cucharas
de plata. Porque esa mañana el horizonte anuncia despedida, callada, discreta,
ella supo que había llegado el otoño de su vida. Nunca le pareció tan plácido y
dulce un adiós. Estaba segura, no echaría de menos la rabia, la fuerza y la
impertinencia del verano; ni su eterna y cegadora luz, sus ojos se habían
vuelto demasiado sensibles; ni el calor de sus noches, su piel agradecía más
protegerse bajo las mantas. Se le erizo el vello, acaso porque la brisa era más
fresca ese amanecer. No, más limpia. Debía ser cosa de la emoción.

 No derramaría lágrimas desesperadas como lo
hiciera aquel último día de primavera, como si con él se fuera toda posibilidad
de enamorarse, ya regaría la tierra el generoso cielo de octubre. ¡Qué
ignorante!, mira que confundir el amor con el frenesí… Ni gritaría la soledad
de aquel suelo sin flores, confiaba en las semillas que entraña. Florecería de
nuevo, seguro, aunque para otros ojos más capaces de soportar sus insolentes
colores. Por aquel entonces, todo le parecía posible envuelta en su osada juventud,
todo menos lo más importante: que en la calma de la madurez sonaran tan bellos
el canto de un pájaro y las notas del pausado discurrir de un río.

Un polvo dorado despertó de
lleno el día, y se dispuso a cortar leña. Esta vez no celebraría sus cincuenta
como aquellos veinte: con muchos amigos, casi todos futuros desconocidos; con
un infinito proyecto, incierto; con la ausencia de familia, que solo sabían
reprender sus locuras; y con mucha música y alcohol, de todo tipo, que no
falte, para un oído y un paladar aún sin estrenar. Esta vez sentaría frente a
su hogar a pocos amigos, en su día simples conocidos; a su pasado, cierto por
entero; y a su familia, su mejor guía. Y se deleitaría con un buen vino y el
hilo musical del chisporrotear de la chimenea y de una buena conversación.

Luego sembró el camino de
pensamientos, todos buenos, para dar la bienvenida a sus invitados. Después de
todo, también había flores que esperaban hasta la llegada del otoño.

Aviso: Me voy mañana por la mañana a los acantilados
irlandeses, estaré fuera hasta el miércoles noche, así que no sé si podré
visitar los blogs de los participantes y votar; pero os prometo que lo voy a
intentar. Si finalmente no me es posible, por favor, perdonadme, estos seis
días son las únicas vacaciones que voy a disfrutar después de más de un año. De cualquier manera, a la vuelta intentaré ponerme al día, con los participantes y con el resto de blogs amigos.
Otra cosa, si no vuelvo, no es que me haya arrojado a tanta belleza, es que me
han tirado, que conste.

Hasta el próximo domingo,
día 9, espero.