Bitácora de un novelista

Lectores, series y nuevas tecnologías

Queridos, amigos, seguidores y lectores, hoy mi artículo os lo cuento en un breve vídeo porque creo que la ocasión lo requiere, por el tema que trato. No sabéis lo que me cuesta ponerme delante de una cámara, me da un pudor espantoso, pero hay que modernizarse y no huir de las nuevas tecnologías, así que ahí me tenéis, tal como soy.

Aprovecho para deciros que el día quince de este mes publicaré mi última novela Melodía para un forense. Pero ya os contaré algo en los próximos días.

Gracias por seguir a mi lado y un afectuoso saludo a todos.

reconocer un libro escrito por un escritor fantasma o negro literario

Cómo reconocer un libro escrito por un escritor fantasma

¿Serías capaz de reconocer el libro de un escritor fantasma? Hoy comparto con vosotros cómo se puede distinguir el texto de un escritor fantasma (también conocido como negro literario). Al menos os cuento cómo lo hago yo.

 

Sobre la literatura actual hay un tema que me sorprende y a la vez me inquieta. Aunque parece que no es nada nuevo. He podido comprobarlo recientemente por mera observación. Me refiero a la doble personalidad de algunos escritores, o Trastorno de Identidad Disociativo, que resulta más académico. Y digo algunos, muy pocos; la mayoría no tiene nada que ver con este asunto.

Últimamente me ha pasado que después de leer las obras de tres escritores y quedar satisfecha con la experiencia, he visitado sus páginas (blog, Facebook, Twitter…) y he tenido que asegurarme de estar leyendo a los mismos autores. ¡Es inaudito! Alguien que escribe una novela en la que apenas encuentras las erratas propias de los típicos despistes (no solo de los autores, sino también de correctores), no puede de ninguna de las maneras, escribir en las redes como un niño de diez años. Es cierto que a veces las prisas o no contar con un corrector que te repase el texto dan lugar a deslices gramaticales como olvidar un artículo, comerse una letra, omitir una tilde… incluso cometer graves faltas de ortografía. No me refiero a esto, no son errores accidentales, es su manera natural de escribir, no saben hacerlo mejor.

Por ejemplo, sabemos que los manuscritos originales de la elegante e impecable Jane Austen carecían de una buena ortografía. Bajo mi punto de vista, esto es lo de menos, es algo que se aprende con el estudio y la práctica y se subsana con ayuda profesional. Ella poseía lo importante: imaginación y capacidad narrativa, además de un estilo propio.

Insisto, no estoy hablando de los traspiés propios que se cometen por mucho que se conozca el camino, no, es mucho más interesante. Me refiero a no acertar ni por estadística con el género y número del sujeto y el predicado, o directamente saltarse el sujeto (no porque sea sujeto omitido, sino porque no existe y punto), poner frases a medias y mal hilvanadas (como lo hubiese hecho mi abuela, que la pobre fue al colegio un par de años), escribir subordinadas y pasivas enrevesadas que no se entienden ni echándole imaginación, confundir reiteradamente el imperativo con el infinitivo, no poner jamás la coma después del vocativo, calzar adverbios que no entran en la frase ni a martillazos, escoger las preposiciones al azar, ¡inventar palabras! solo porque a ellos les suenan lógicas en su pobre lenguaje… Es que son muchas cosas. Y no, no cuela, alguien que escribe así en sus páginas no puede ser el autor de un libro medianamente aceptable.

Antes de continuar quiero aclarar algo: yo misma, desde hace doce años, tengo dos libros publicados sin la debida corrección, porque la editorial no se preocupó de hacer su trabajo y yo no tuve la precaución de corregir debidamente antes de enviar el manuscrito. ¡Ay, las prisas del novato! No obstante, creo que no era falta de estilo literario, como son los casos que os apunto, sino de experiencia y práctica. Y también encontraréis alguna que otra errata en el resto de mis obras, nos pasa a todos; en casa tengo libros de grandes autores y conocidas editoriales con erratas que quiebran pupilas. Pero no hay trampa ni cartón, así escribía yo, no hace doce años, sino al menos quince, cuando nacieron estas novelas, y mis errores eran los mismos que podía cometer en mis páginas en aquellos momentos.

reconocer un libro escrito por un escritor fantasma

Pero sigamos con nuestro tema y, para entendernos, pongamos algunos ejemplos vistos últimamente en páginas de escritores con buenas novelas en el mercado. Voy a cambiar algunas palabras para no enfadar a los autores en cuestión, no sea que pasen por aquí, se reconozcan y se líe la de San Quintín; aunque de todas formas al final siempre se da por aludido el que menos tiene que ver. Vamos allá. Os aseguro que para nada exagero.

Frases con género y número distintos a los del sujeto:

Aunque estoy lejos, me ayudáis a seguir luchando por estos mares, muchas veces duro, desagradecido y complicado.

Esto, como comprenderéis, no es un simple descuido, sino una manera genuina de expresarse. Supongo que el escritor quiso decir algo así: «Aunque estoy lejos, siento que me ayudáis a seguir luchando en este difícil mundo, muchas veces duro, desagradecido y complicado». Con todo, cualquier mortal se hubiese expresado con más sencillez y claridad: «Desde la distancia siento que estáis conmigo en esta lucha, a veces dura, ingrata y complicada».

Frases sin sujeto:

De escoger un paisaje u otro.

No es que sea una oración impersonal (algo obvio) o con sujeto omitido porque se sobreentiende, os aseguro que en el texto (de tres líneas) no se intuía ni por asomo el sujeto. Supongo que el autor quiso comunicar algo parecido a esto: «A veces todo depende de qué paisaje elijas», pero son meras conjeturas mías.

Textos escritos como si hablara un indio de las películas del Oeste:

He llegado a casa. Esta tarde no saldré. Me haré café. Para ponerme a estudiar…

Si las lees en voz alta no te librarás del hipo.

Frases con adverbios o conjunciones sin sentido:

Nos saludamos también unos días.

Pues… yo qué sé a qué viene ese «también», en el escueto párrafo no se adivina el motivo del adverbio.

A veces hay que dejar lo que nos hace felices, pero las responsabilidades mandan.

Más de lo mismo, ¿«pero»?, ¿por qué?, si al incluir la conjunción terminamos negando lo que queremos afirmar.

No solo lo digo yo, sino que cada vez se dice más.

Otra frase más de alguien que no sabe escribir. ¿A qué viene el «sino»?, cuando es una conjunción adversativa que contrapone un concepto afirmativo a otro negativo anterior. Tal vez quiso decir: «No solo lo digo yo, cada vez se dice más». O «No lo digo yo, sino gran número de personas». O quitamos el adverbio «solo» o eliminamos la conjunción adversativa «sino». Algo sobra.

Cómo os diría… da la sensación de que el preparado e imaginativo autor quiere demostrar su dominio del lenguaje haciendo filigranas que solo demuestran su pasmosa ignorancia.

 

Palabras inventadas:

Paguato, por pazguato.

Torciente, que tiene la capacidad de torcerse. Supongo.

Mindungui, por mindundi.

Aférrimo, por acérrimo.

Saludos sin sentido o con mensajes cifrados:

Buenos días, en general, y feliz día a todos.

¿A qué viene lo de «en general»? ¿Será que el atento autor desea un buen día a la mayoría, salvando a una minoría, y ya eso de ser feliz que sea para todos? Algo se me escapa.

Frases imperativas con un infinitivo:

Por favor, escuchar esto.

De estas las hay para sembrar la Groenlandia.

Otra que no sé cómo clasificar:

Invito a los que quieran reunirse conmigo a que haga un bizcocho.

Supongo que quiso decir algo así: «Invito a los que quieran reunirse conmigo a hacer un bizcocho». Aunque lo que alguien de a pie diría con toda sencillez sería: «Si os apetece, estáis invitados a hacer un bizcocho conmigo». No, no, sin el «si os apetece» ni el «conmigo», ¿para qué? «Os invito a hacer un bizcocho», la invitación en sí misma brinda la opción de hacer o no el bizcocho con este autor cocinero e indica que no es una obligación.

La frase es digna de analizar: «a que haga»… ¿quién?, ¿él?, ¿tú?, ¿contigo o «sintigo»? Que ya no sé ni lo que me digo. ¡Madre de las letras! No tengo palabras. Esto lo escribo yo en la EGB y mi profesor de lengua se tira por la ventana, máxime cuando este autor ha publicado un libro en el que enseña a escribir una novela.

Vaciedades y bobadas por falta de imaginación y la necesidad incontrolable de asomarse a las redes:

Qué decir cuando te llega una notificación que te avisa de que el autor de uno de tus libros favoritos ha publicado y tú lo dejas todo para saber de primera mano de qué trata, para luego encontrarte esto:

He bajado las persianas porque había mucha luz, porque con tanta luz me cuesta echarme una siesta.

Te quedas mirando tus persianas y te dan ganas de liarte a mamporros con ellas.

Me acaba de pedir amistad una tía buenísima.

¡Anda!, igual es el comienzo de su próxima novela. No, es que no se le ocurre nada mejor y tiene el muro del Facebook muy parado. «¡Horror! Mis lectores se van a olvidar de mí, nooo…».

Hay algunos que han convertido sus páginas en diarios médicos:

Buenos días, estoy feliz, el análisis salió perfecto.

Por fin me quitaron la muela del juicio.

La rodilla bien, pero ahora me duele la cadera. Perdonad que no asome mucho por aquí.

Pero a la media hora se asoma, vaya si se asoma, para dar un importante comunicado:

Gracias por interesaros por mí (tenía tres «me gusta»), me tomé un ibuprofeno y estoy mucho mejor.

Esto es una mínima muestra, os aseguro que me quedo corta. Los autores de estas perlas son reincidentes, incurren a diario en los mismos errores y naderías, ejemplos hay para aburrir. Y lo más importante; son los mismos que tienen novelas publicadas cuyos estilos, si no impecables, son bastante aceptables y hasta dan lecciones sobre cómo escribir correctamente. ¿Es raro o no?

Este insólito fenómeno solo puede tener una de estas tres explicaciones:

Padecen un Trastorno de Identidad Disociativo.

En otra vida fueron grandes autores y aprovechan cada regresión, inducida o espontánea, para novelar.

Tienen un escritor fantasmanegro que escribe por ellos. No vale un corrector por bueno que sea, son textos de difícil arreglo, hay que reescribirlos.

 

AMAZON Y EL DÍA MUNDIAL DEL LIBRO

AMAZON EN SANT JORDI

Se acerca el Día Mundial del Libro y Amazon quiere celebrarlo junto a lectores y autores con un evento diferente en el que se ha puesto mucho trabajo y cariño:

AUTHORS WALK OF FAME / PASEO DE LA FAMA PARA ESCRITORES

He tenido la suerte de ser invitada junto a otros escritores.

A los que estéis por Barcelona y alrededores os animo a asistir, me encantaría saludaros el SÁBADO 22 DE ABRIL DE 10:30H A 12:00H EN LOS JARDINES DEL PALAU ROBERT.

No es una firma de libros, es… una sorpresa. Bueno, más de una.

A los que podáis estar y a los que no, ¡FELIZ DÍA MUNDIAL DEL LIBRO!

Os contaré a la vuelta.

Os dejo dos artículos sobre el evento.

EUROPA PRESS

http://www.europapress.es/catalunya/noticia-amazon-organizara-paseo-fama-escritores-barcelona-20170419162257.html

EL PERIÓDICO

http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/amazon-organizara-paseo-fama-con-escritores-barcelona-5982504

DIFERENCIAS ENTRE NOVELA ROMÁNTICA, ROSA, ERÓTICA Y PORNOGRÁFICA

DIFERENCIAS ENTRE NOVELA ROMÁNTICA, ROSA, ERÓTICA Y PORNOGRÁFICA

Visto el panorama literario actual donde parece que en la novela romántica ya cabe todo, como si de repente el amor se hubiese devaluado convirtiéndose en la palabra comodín de cualquier tipo de relación, me he tomado un tiempo para reflexionar sobre las diferencias entre novela romántica, rosa, erótica y pornográfica.

El romanticismo ha sido, y espero siga siendo por siempre, el motor de la humanidad. Gracias al amor todavía seguimos aquí. Gracias a que hace muchos miles de años alguien cambió el orden de prioridades en su vida y amó por primera vez en la historia por encima de la supervivencia hemos conseguido evolucionar.

Es muy posible que el ser humano pueda vivir sin sexo en un futuro, pero no podrá sobrevivir sin amor. Somos la especie más evolucionada por este simple detalle, porque amamos, y como consecuencia odiamos. Por lo demás no nos diferenciamos mucho del resto de los animales.

Meter en el mismo saco el verdadero amor con comportamientos tan mundanos como las relaciones banales de aquí te pillo aquí te mato, los rollos de fin de semana, los actos meramente sexuales, tan grotescos como vulgares, las conductas del humano en celo o las versiones cutres del Kamasutra, bajo mi criterio, es cuanto menos un atentado contra la literatura romántica.

¡No, no y no! Una novela romántica nada tiene que ver con una sucesión de coitos en las posturas ya conocidas por cualquier mortal, mientras sus protagonistas se dedican las frases y palabras más soeces que se les ocurren en semejante estado de deleite.

Ya desde la antigüedad han existido novelas pornográficas que en su mayoría poco tienen que ver con el arte, si acaso, son meros tratados sobre el sexo o folletines de entretenimiento para mentes calenturientas. Repito, nada que ver con lo elevado y complejo del espíritu y mucho menos con la destreza literaria del verdadero artista.

Novelar es el arte de contar una historia fabulada con toda la belleza que podamos robarle al lenguaje. Escribir sobre cómo se ayuntan un hombre y una mujer, dos hombres, dos mujeres o cualquier combinación de ayuntamiento que se nos ocurra, es otra cosa. Añado y aclaro, si la historia requiere de escenas de sexo, naturalmente el autor debe saber solventarlas, pero usando su don, buscando esas palabras que describan el momento sin torpedear con vocablos chabacanos al lector sensible, que busca disfrutar de un verdadero romance.

La novela romántica tiene su origen en el Romanticismo de finales del siglo XVIII, surgido como un acto de rebeldía al racionalismo y academicismo literario. Fue un movimiento impulsado por autores que se oponían al capitalismo y la banalización del espíritu, en el que la exaltación de los sentimientos primaba muy por encima de lo meramente físico o terrenal.

Dependiendo el argumento, los personajes, el final y la trama, las novelas que en nuestro tiempo nos empeñamos en encajar con calzo en el género romántico en realidad tienen su propia temática y público.

Como en nuestros días, por aquello de que todo parece desvirtuado, resulta un imposible encontrar las definiciones oficiales para estos géneros, me he permitido hacer una especie de fusión de todas las opiniones leídas y sumar la mía.

Diferencias entre novela romántica, rosa, erótica y pornográfica

Novela romántica

Es aquella en la que se exaltan los avatares y tragedias de una pareja, en la que normalmente se pone de manifiesto el contexto social, político, geográfico o familiar que impide la consumación de tal amor. El argumento suele ser original y complejo, la relación entre los protagonistas no puede compararse a ninguna otra obra. A menudo tiene buenas dosis de suspense y el lenguaje tiende a huir de lo vulgar. Los personajes tienen un concepto del amor onírico, más allá de lo físico, por el que están dispuestos a dar la vida. La historia no necesariamente desemboca en un final feliz, a veces ni siquiera es medianamente satisfactorio.

Novela rosa

También en ella se narran los avatares de una pareja, pero el argumento suele ser sencillo, que refleja el momento actual, sin más pretensiones que llegar al final feliz. Son más ligeras, el lenguaje es cotidiano, el noventa y cinco por ciento de sus lectores son mujeres con un perfil sencillo que buscan más el entretenimiento que el arte y la belleza. Prueba de que hablamos de una literatura más liviana es que la mayoría de sus autores suelen publicar varias al año, incluso dos a la semana, y tienen una vida profesional muy prolífica.

Novela erótica

Es el arte de seducir sin mostrar, de despertar la imaginación sin enseñar, sus autores huyen del sexo explícito, su objetivo no es la meta, sino el camino. Es la manera más elegante y difícil de contar las pasiones ocultas de un ser humano. El verdadero escritor de novela erótica sabe en todo momento dónde está la línea que separa la sugestión de la obscenidad, y el lector de este género también.

Novela pornográfica

No es novela, es un consolador de papel, una Viagra camuflada entre letras.

Como ejemplos de novelas románticas podríamos citar algunas de las más grandes obras de la literatura: Orgullo y prejuicio, Romeo y Julieta, El cuaderno de Noah, Los puentes de Madison, Cumbres borrascosas, El amor en los tiempos del cólera, El paciente inglés, Ana Karenina, La princesa prometida

Me pregunto si alguien se atrevería a catalogar estas novelas de rosas, eróticas o pornográficas. Imposible, son claramente románticas. Y mucho más importante, me pregunto si alguien se atrevería a comparar la novela rosa actual a estas historias, por más que su autor se empeñe en venderla como romántica, cuando en realidad los personajes son estereotipos, los diálogos vacíos y vulgares y la trama una mala excusa para escribir sexo y un final feliz.

ESCRITORES, REDES, CHISMES Y CHUPIPANDIS

 

Hace tiempo que el comportamiento de los escritores en las redes me está haciendo reflexionar. Ojo, yo también me incluyo, hablo en general. Supongo que nuestro gremio no es muy distinto de cualquier otro. La necesidad de sobrevivir, la competitividad, el preguntarnos día a día por qué aquel vende no sé cuántos miles y yo no… nos lleva a veces a la desesperación. Creo que a esa masa de lectores que sigue nuestras páginas no se le escapa cómo en muchas ocasiones llegamos a hacer el más absoluto ridículo solo por significarnos con respecto al resto.

A menudo recibo mensajes y correos electrónicos de autores que comienzan y me preguntan qué pasos deben seguir para que su obra no muera en el submundo de las plataformas digitales. Es difícil aconsejar en este tema, al final todo depende de la personalidad del escritor en ciernes, del tiempo que tenga, de cuánto esté dispuesto a apostar por su literatura… Y sobre todo de la calidad de la obra y de si es buen momento para el tema que ofrece.

Sea cual fuere el número de lectores a los que te dirijas, uno o un millón, pienso que al final lo importante es que tu historia cale hondo y deje huella. Si es así, comenzarán a hablar bien de ti y se iniciará esa mágica e invisible corriente positiva que va de boca a oreja por los rincones. Aunque es verdad que especialmente cuando estás en los comienzos esto no es suficiente, el pistoletazo de salida requiere una energía extra: la engorrosa publicidad, de la que ya he escrito en varias ocasiones.

Pero hoy no quería hablaros de los escritores que comienzan llenos de dudas y dando traspiés sobre un camino plagado de obstáculos, sino de los que ya tenemos un bagaje y miles de lectores que nos siguen y confían en nuestras obras. Ya hemos aprendido algunas lecciones en esto de la publicidad y cómo proyectarnos en las redes, sabemos que si queremos ser leídos lo primero es no defraudar. Hay que escribir buenas historias y escribirlas bien. Después habrá que hacer una campaña de marketing para el lanzamiento (de acuerdo, de esto se libran unos pocos privilegiados), pero la mayoría del trabajo ya lo hicimos años atrás, ahora hay que continuar aprendiendo.

Bien, tenemos una buena lista de medios de comunicación, blogueros y lectores en nuestra página de MailChimp, a los que mandaremos una nota de prensa para informar de nuestro nuevo libro; tenemos miles de seguidores en Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram, Google Plus…. a los que también iremos avisando con una publicidad cuidada y profesional. ¡Porque ya hemos aprendido que esto es lo que realmente valoran los auténticos lectores! Ellos quieren BUENAS NOVELAS y tener información sobre ellas, no encontrarse en nuestras páginas chismes, quejas, la imagen de nuestras últimas lentejas, otra más de nuestra mascota o fotografías de autores en mil poses.

Los que pasan por nuestros muros buscando cotilleo no interesan a nuestra carrera y, aunque nos lean, son pocos e inestables. Son personas cuyo interés por el chismorreo está muy por encima de la literatura. Lo he comprobado, estoy muy segura de lo que os cuento, para ellos el amiguismo con el autor es lo más importante. Y sí, te pondrán cinco estrellas y maravillosos comentarios en todas las plataformas de ventas y en sus blogs mientras seas su amigo. Pero si un día los decepcionas, se te olvida darles los buenos días o no preguntas por la salud, para ellos tus obras han pasado de ser magníficas a lo peor del panorama. Entonces empezarán a quitarte estrellas y a denostarte con la misma facilidad que antes te halagaban.

No, no escribimos solo para los compañeros, amigos o conocidos, lo hacemos sobre todo para los verdaderos lectores. Personas para las que la literatura es un pilar importante en sus vidas, que prefieren mil veces un buen libro a un corrillo de cotillas tipo Sálvame. Serán sinceras e imparciales y se plantarán ante nuestra obra esperando disfrutar, sin importarles si el autor fue el viernes a la peluquería, el domingo comió paella o es amiguísimo o enemiguísimo de no sé cuantos compañeros o blogueros.

Pero vayamos a los datos objetivos que explican con claridad todo lo anterior. En mi caso, con 13.500 seguidores en Twitter, 4.800 en mi perfil de Facebook y otros 4900 en el profesional, 500 en mi blog y más de mil en LinkedIn, Instagram y Google, os aseguro que solo habré interaccionado con unos 300 y tal vez haya llegado a conocer un poco a 150 de ellos. Con la mayoría solo virtualmente, personalmente puede que conozca a unos 75. El resto, pongamos unos 20.000, me siguen por dos razones fundamentales: porque son compañeros (no más del 5%) o porque alguna vez leyeron una de mis obras y se hicieron seguidores para estar al corriente de mis lanzamientos. Nada más, no soy de las que siguen para que me sigan.

¿Qué quiero decir con esto? Sencillo, no debemos utilizar nuestros muros para mostrar lo amigos que somos de tal o pascual y enemigos de fulano y mengano. Esta no es la manera de significarse como profesional, muy al contrario, con este comportamiento es probable que espantemos a los verdaderos lectores.

A lo largo de los años he hecho amigos en las redes, como la mayoría, amistades que se han quedado en mi vida y que me ayudan personal y profesionalmente. Pregunto: si son mis amigos, con los que hablo por teléfono o por privado y quedo siempre que puedo, ¿alguien me puede explicar qué necesidad hay de estar todo el puñetero día poniendo en mi muro frases a medias, dirigidas directamente a dichos amigos, para demostrar la complicidad que tenemos entre nosotros y que somos una piña frente a los enemigos? Se escapa a mi comprensión este infantil comportamiento.

Al final las redes, especialmente Facebook, están resultando un simple patio de colegio para los escritores. Un espacio de ocio al que salimos en las horas de recreo (los hay que disfrutan de recreos bien largos) para hacer corrillos con la única intención de demostrar lo supercolegas que somos unos pocos, unidos frente a un universo que conspira contra nosotros (entiéndase “universo” como el resto de autores que no nos baila el agua). Esa manía de vomitar públicamente mensajes en clave que, se supone, solo pueden descifrar los amigos de mi chupipandi ¿no parece más bien cosa de niños de diez años? Aclaro, lo de mensajes clave es mucho decir, para esto hay que ser más inteligente. ¿Es que a pesar de ser tan amiguísimos aún no nos hemos dado el número de móvil y por eso lanzamos señales de humo como los indios? ¿Es que no tenemos el coraje de quejarnos abiertamente a quien debemos y utilizamos estas tonterías para, solapadamente, levantar ampollas y envidias en el resto de colegas, que seguro se mueren por formar parte de tan prestigioso y elitista club? ¿O es que en realidad no hemos aprendido a escribir y por eso en vez de argumentar y comunicarnos con claridad enchorizamos cuatro palabras inconclusas y que lo entienda quien pueda?

En resumen, según mi experiencia, si queremos tener una proyección profesional debemos comportarnos como tal públicamente. Es importante utilizar nuestras páginas para dar noticias literarias, publicitarnos con habilidad y contestar amablemente a nuestros lectores, y dejarnos de dimes y diretes y de lanzar puyas al enemigo orquestadas en privado con nuestros íntimos. Si tenemos quejas, estamos resentidos por algún motivo o queremos opinar sobre cualquier asunto que nos inquiete, lo lógico en un escritor es argumentar y defender nuestra postura o inquietud en un buen artículo de opinión, que para eso tenemos nuestros blogs y el don de la palabra escrita. Digo yo.

Vamos, hablando en plata, si quieres decir algo a alguien, búscalo y díselo. Si no quieres que se entere, cállate y deja de enredar en las redes y confundir a tus lectores. Y si quieres que se enteren todos tus seguidores y por ende los seguidores de tus seguidores, puñetas, habla claro.